UNIVERSITARIOS POR LA PAZ


Universitarios por la Paz

 

PARA LA CIUDAD Y EL MUNDO

Mariano Picón Salas, al describir a nuestra Alma Mater como “una universidad con una ciudad por dentro”, jamás llegaría a imaginar que aquella bucólica y pequeña institución, enclavada en los altos picachos de la Sierra Nevada de Mérida, donde aún era menester adentrarse por caminos de recuas y pasos calamitosos; sería cien años después, el lugar donde la abyección intelectual de engreídas nulidades, ensoberbecidas por décadas de declive en la matricula estudiantil y en la calidad y pertinencia de su investigación; colocarían el epitafio final del seminario fundado hace más de 230 años por Fray Juan Ramos de Lora.

 

 

Desde hace tres lustros, Mérida viene siendo víctima de su propia universidad: incendios, saqueos, frívolas huelgas, apedreamientos, corte de vías, destrucción de bienes públicos; de suerte que la han convertido, en el devenir de los tiempos, en un pequeño y refinado infierno, con sus potros de torturas, sus quebradas empresas, sus encorbatados verdugos de toga y birrete, con doctorados tapa amarilla; además de ineptos, demagogos y petulantes “académicos” devenidos en fracasados alcaldes, que acabaron convirtiéndola, metro a metro, en un fétido vertedero de basura.

Aquella Mérida, que cobijó a Tulio Febres Cordero, a Luis Zambrano, a Juan Félix Sánchez, poco o nada queda; más allá de olvidados bustos en descuidadas plazas, en polvorientas bibliotecas y en la boca de engolados personajes de la picaresca universitaria; que parecieran solazarse en la lenta pero indetenible destrucción de la Universidad de Los Andes, cuando cada lunes se reúnen sus autoridades, con el único y fijo propósito de hacer política de baja estofa, cercenando el conocimiento, impidiendo la defensa de nuestros recursos naturales y colocándose al servicio de los eternos expoliadores de nuestro país.

 

Hasta ahora la derecha universitaria ha logrado lo impensable: quebrar la capacidad de nuestros jóvenes estudiantes de percibir la realidad, de sentirse orgullosamente venezolanos, de adentrarse en el conocimiento de las ciencias y de las artes, con espíritu reflexivo, crítico y desprejuiciado; sustituyéndolo criminalmente por un conjunto de valores donde el dolo intelectual, la ciega militancia y una muy peligrosa sujeción a equívocas virtudes extranjeras; ya constituye un duro cerco ideológico que les impide analizar correctamente el mundo que les rodea.

 

La terquedad delirante de esta derecha universitaria, se hizo nuevamente evidente, en una reciente “huelga de hambre”, llevada a cabo por estudiantes graduados de Medicina, quienes montaron un tinglado con el manido propósito de denunciar la “crisis humanitaria” que está padeciendo Venezuela. Se pretendió entonces decir que estaban “defendiendo” a sus pacientes, echándose indolentemente a holgar en una colchoneta; nada dignos emuladores de Francisco De Venanzi, Jacinto Convit, José Francisco Torrealba o aún de José Gregorio Hernández; quienes laboraron en duras condiciones, pero que jamás fueron plañideras ante gobiernos que en modo alguno se ocuparon de las necesidades del pueblo. Demás está decir, que el apoyo dado por el Consejo Universitario a esa puesta en escena, embelesado en la autocomplacencia de sus propios medios de comunicación; incrementó gravemente su desprestigio, al hacerlo ante una opinión pública escéptica, que busca soluciones a sus problemas cotidianos, y que no ve en las universidades ese pretendido foco luminoso, donde se hagan análisis científicos, estudios rigurosos y se obtengan conclusiones conceptualmente impecables que puedan serle útiles a la sociedad.

 

Nuevas universidades surgieron al calor de los desencuentros, la fosilización clientelar y la traición a los altos estándares que las propias universidades autónomas se jactan poseer y niegan mostrar. Allí llegaron, para quedarse, la UPTMKR, UNEFA, UBV, UNESUR, UNESR, CUHELAV, UNEARTE, UNES; que buscan su lugar dentro de la abigarrada oferta de estudios universitarios en la zona metropolitana de la ciudad de Mérida; con muchos menos recursos, pero atreviéndose explorar nuevas y exitosas estrategias de inclusión académicas. Curiosamente, los tropiezos que han experimentado estas noveles instituciones, ha sido pretender copiar algunas de las más caducas estructuras y decrépitas percepciones de las universidades autónomas.

 

Es por ello que un grupo de merideños, Universitarios por la Paz, nos hemos empeñado en devolverle a nuestra ciudad, horriblemente maltratada por la que debería ser su hija más querida, la Universidad de Los Andes; el sosiego, el decoro y la racionalidad; sin pretender, como así lo han querido quienes han dirigido por casi ocho años los destinos de esta institución, aniquilando moralmente al otro, destruyendo sus convicciones, mandando al horcón del olvido a quienes piensan y razonan diferente. La diversidad de opiniones y de ideas es el bien más preciado que toda institución universitaria debería escrupulosamente cuidar.

 

Mérida 06 de junio de 2016.

 

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